by Diana
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Los Padres y La Educación
Los padres tienen una función muy definida y responsable en la educación de los hijos, lo que hoy comienza a considerarse como una realidad ineludible. Supone admitir también otro hecho trascendental en la educación: que padres y educadores forman un tándem inseparable en todo el proceso educativo del niño y el adolescente, de tal forma que, si falla uno de los dos, la educación se viene abajo. Esta necesidad de trabajar juntos, padres y educadores, no está aún suficientemente asumida en nuestra sociedad, pues cada uno de ellos actúa generalmente al margen del otro.
Pero, antes de seguir adelante, analicemos un hecho sorprendente y de grandes consecuencias en la educación. La función de madre / padre, en nuestra sociedad, es, sin duda, la función más olvidada y para la que no existe generalmente preparación previa alguna, y sin embargo, la de mayor trascendencia social, ya que implica a todos los ciudadanos y a todos los sectores de la sociedad. Este hecho contrasta enormemente con la realidad de que los padres son el pilar fundamental de la educación de los hijos, debido a que son ellos los que fijan los cimientos del importante edificio de la Educación y de la sociedad. El filósofo José Antonio Marina reconoce que los padres no han recibido una preparación especial para saber educar a sus hijos, y que viven angustiados porque sienten que deben educar “contra corriente”, que no educan en nombre de la sociedad, sino en contra de la misma, en contra de la televisión, de Internet y de los valores generales imperantes.
Por eso, todo sistema educativo en el que no participen directamente ellos, en su importante tarea educativa, está condenado al fracaso. El filósofo, pedagogo y maestro esotérico, O. M. Aïvanhov, habla claramente de la responsabilidad de los padres en la educación de los hijos hasta el punto de condicionar su vida futura. Insiste mucho este filósofo en la tarea que les incumbe, y cómo el comportamiento y la actitud de los padres se trasladan directamente a los hijos. Dice expresamente: “el porvenir del niño depende de las tendencias que sus padres despierten y desarrollen en él”. Aïvanhov hace hincapié en la importancia de “Una educación que comienza antes del nacimiento” (el título de su libro), algo desconocido en la sociedad actual.
En este sentido, es preciso insistir en un hecho frecuentemente olvidado: la necesidad de que las parejas, cuando deciden ser padres, se preparen para un hecho de enorme responsabilidad y trascendencia, como es el traer un ser humano al mundo. Pero este hecho se lleva a cabo, con mucha frecuencia, sin ese sentido de responsabilidad, como un acto más en la vida que no necesita una preparación especial, como una costumbre o porque todos lo hacen así, sin pensar en las graves consecuencias familiares y sociales para toda la vida. La Educación Holística trata de responsabilizar a los padres en esta tarea.
La primera actividad del día era el juego libre, mientras iban llegando. Se llevaba a cabo en una sala despejada, con cestos donde se encontraban telas de colores, cintas tejidas, piezas de madera de diferentes tamaños y formas, cestos, piedras…materiales naturales y poco elaborados para que la imaginación del niño le diera forma y vida. La intervención del adulto era mínima, la jardinera podía coser y cantar, tal cual o hacer otras tareas, (nada de estar mirando el móvil como hacen muchos adultos en la actualidad) recreando un pequeño hogar y así cantando a ratos, comprobar el poder balsámico de la música, cantada por la voz humana y en directo, siempre cantando canciones infantiles, sencillas y acorde con un estado anímico calmado. (nada más lejos de esas canciones de adultos con las que l@s niñ@s participan en esos abominables concursos televisivos encarnando versiones reducidas de “gente mayor” y en ocasiones atormentada…) y cada cual a lo suyo y a su ritmo.
En la Escuela Holística se tienen asumidos estos hechos, de forma que padres y educadores trabajan en una total coordinación, lo cual implica que previamente han sido formados -ambos- para sus trascendentales tareas. El Informe de la Unesco “Replantear la educación” dice: “Los docentes deben mantener una relación fructífera con los padres y las comunidades. Tienen que trabajar en equipo con otros docentes por el bien de la escuela en general”.
Tanto la madre como el padre tienen su función específica en la educación
Por tanto, tanto la madre como el padre tienen su función específica en la educación, como representantes de dos grandes principios, de dos arquetipos: uno femenino (receptor, intuitivo, que va hacia el interior) y otro masculino (razonador, que va hacia el exterior). La madre es la figura clave en la familia y en la educación de los hijos. Ella ayuda a desarrollar la inteligencia emocional y la afectividad, es la antena de la vida, la figura interna. Pestalozzi, en “Cartas sobre educación infantil”, insiste en la importancia de la madre en la educación del hijo y en las relaciones entre ambos.
En la Carta II (“Aptitudes de la madre para cumplir con su misión”), dice: “La madre está dotada por el Creador mismo para convertirse en el agente principal en el desenvolvimiento del niño. El más ardiente deseo de su bien está implantado en su corazón; y ¿qué poder puede ser más influyente, más estimulante que el amor maternal, que es el poder más gentil y al mismo tiempo más intrépido en el sistema entero de la naturaleza? Sí; la madre está cualificada porque la Providencia la ha dotado también de las facultades requeridas para su tarea”. Y en cuanto al pedagogo alemán Froebel, habla del sentimiento materno, del amor maternal de las mujeres; por eso, H. Cuéllar, en su libro “Froebel, la educación del hombre”, resalta que, para Froebel, es la madre la que conduce inicialmente al hijo a la apreciación de la virtud, la justicia, la sinceridad y el amor a Dios.
En este sentido, los bebés necesitan el contacto físico permanente con la madre y que sus necesidades primarias sean satisfechas. Solo así pueden alcanzar un desarrollo óptimo físico, emocional y mental, desarrollar una gran autoestima y ser mucho más independientes, dice Carlos Espinosa, doctor en ciencias de la educación, quien defiende también que la madre debería permanecer cerca de su hijo durante los tres primeros años de vida. Y Rousseau en “El Emilio” afirma: “La primera educación es la que más importa, y sin la menor duda compete a las mujeres; si tuvieran que encargarse los hombres de ella, el Autor de la Naturaleza les habría concedido leche para alimentar a los niños”.
Y volviendo a Pestalozzi, toda su obra resalta la importancia de la madre en la educación del hijo. En “El canto del cisne”, dice que, si al niño le falta la mano tierna y la mirada risueña de su madre, no aparecerán en él la sonrisa y la gracia que le son naturales. Y en la Carta XXVI (titulada “Toda madre es la primera educadora de su hijo”), dice: “En educación no podemos esperar un auténtico progreso… si no empezamos primero por educar a las madres”.
Jung recuerda que la psique del niño se encuentra bajo la dependencia de sus padres, y en especial, de su madre, y el psicólogo Pierre Daco afirma que la madre es la más profunda de las relaciones de la niñez. Pero no se debe olvidar la necesaria participación del padre, sin el cual no se puede completar la tarea educativa conjunta de ambos. Así lo manifiestan educadores, psicólogos y neurocientíficos. La figura del padre es la figura externa, pero igualmente necesaria en la educación, pues, sin su ayuda, lo que la madre ha construido no puede fructificar. El padre ayuda a desarrollar la inteligencia racional, lógico-matemática; es el que defiende al niño de los peligros del mundo.
Madre y Padre son dos principios de la naturaleza
Por tanto, madre y padre son dos principios de la naturaleza, dos arquetipos, uno femenino y otro masculino, y que se complementan el uno al otro, por lo que son necesarios e imprescindibles -ambos- en la educación, pues los dos constituyen el ambiente necesario e idóneo para la educación del niño. Es preciso asumir, pues, que el niño necesita a sus padres física, emocional y mentalmente; por tanto, los padres deben prepararse para esta triple función, sabiendo que tener hijos no los convierte, directamente, en madre o padre, así como tener un violín o un piano no lo convierte a uno en músico. Ser padres es, ante todo, una cuestión de conciencia y responsabilidad, de principios y actitudes, y no solo de protección física.
El poeta Schiller escribió: “No es la carne y la sangre, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos”. Y el estudioso de Montesori, Lesley Britton, dice que la mayor parte de lo que aprende el niño sobre el mundo, su cultura, su lenguaje, su herencia, es a través de sus padres. Es tan evidente la importancia de los padres en la educación de los hijos, que no es preciso insistir más. Todo ello implica la necesidad de dar a los padres la formación que necesitan, en su trascendental tarea de ser “educadores por naturaleza”.
El Educador Holístico
El educador holístico, como profesional de la educación, ha de ser el encargado de dar esa formación a los padres, lo que constituye otro motivo para que el propio educador holístico reciba, por su parte, esa amplia y profunda formación de la que hemos hablado. Esta formación a los padres ha de tener lugar en los propios centros educativos, mediante cursos, charlas, entrevistas y todo cuanto ayude a realizar esta importante y trascendental tarea de los padres en la educación de sus hijos. Primeramente, poniendo las bases de esta educación en la Familia, y posteriormente, colaborando con los profesionales de la educación en la Escuela.
El Educador Holístico
Un aspecto que hay que tener en cuenta siempre es el de la relación entre padres e hijos. En los últimos tiempos, con el fin de evitar la relación tradicional demasiado autoritaria y dogmática, y por ello, fría y alejada, se ha impuesto una “moda” que va al otro extremo, como es el trato de “colegas”. Pero no se debe olvidar que los padres no son “colegas” de sus hijos, pues los conceptos de madre y padre son tan sagrados, elevados y profundos que no necesitan ser sustituidos por ningún otro; de lo contrario, no habríamos comprendido su verdadero significado y su profundo contenido, como es el amor incondicional que ha de emanar de ellos.
Dice Antonio Escaja, especialista en Psicología Educativa: “Los padres son los primeros responsables, por su propia naturaleza de padres, del derecho-deber de educar a sus hijos. Ninguna institución ni persona puede suplantarles en esta responsabilidad: ni Iglesia, ni Estado, ni colegio…” Por otra parte, debemos recordar que los niños y los adolescentes no exigen de sus padres que sean perfectos, que lo sepan todo; solo esperan que sean coherentes, consecuentes y honestos en sus decisiones, en sus actitudes y comportamientos. En una palabra, que sean buenas personas, y muy especialmente, que puedan contar con su confianza y su amor incondicionales.
Jung defiende que no se escucha lo suficiente a los niños, que se les trata como irresponsables, y que hay que verlos como son, no como quisiéramos que fueran. Y en “Psicología y educación”, dice que los niños conocen muchas más cosas de los padres de lo que estos se imaginan, y concluye que los padres no deberían ocultar a sus hijos, por ejemplo, las discusiones matrimoniales. “Vale mil veces más -dice Jung- que los padres discutan abiertamente sobre sus problemas, que dejar que sus complejos aumenten en el inconsciente”.
El filósofo, sociólogo y psicólogo, Herbert Spencer, ya decía, en el siglo XIX, que la enseñanza física, moral e intelectual de los niños es sumamente defectuosa porque los padres carecen de los conocimientos, sin los cuales no es posible dirigir bien la enseñanza. Y Carlos Espinosa recuerda: “Una función y una vocación tan importante como la de ser padres carece de formación inicial y de apoyo a lo largo de todo el proceso de ir conformando nuestro ser como personas (…) Los padres actuales apenas conocen a sus hijos; no saben cómo tratarlos, cómo motivarlos y cómo ayudarles a desarrollarse espiritualmente. ¡Están desconcertados!”.
Lorenzo Milani comienza así “Carta a una maestra”: “Este libro no se ha escrito para los profesores, sino para los padres. Es una invitación para que se organicen”. Y en la contraportada, se lee: “En este libro negro de la enseñanza está la voz de los que no intervienen en las grandes decisiones, de los que no cuentan a la hora de establecer leyes y que, por el contrario, su lectura demuestra cuán interesante sería que fuera conocido por todos, desde el ministro hasta el último alumno, pasando por directores generales, secretarios, padres y maestros, siendo adoptado como libro de cabecera hasta casi aprenderlo de memoria”.
Todos los pedagogos y los educadores han hablado de la importancia de los padres en la educación de sus hijos, así como de la estrecha relación que han de mantener con los profesionales de la educación. Los padres plantan la primera simiente en sus hijos, de ahí la importancia y la trascendencia de su trabajo. La filósofa Victoria Camps afirma: “Son los padres quienes tienen que medir el grado de protección que sus hijos necesitan para aprender a desenvolverse solos”. El niño necesita que haya una comunicación y una sintonía entre padres y educadores para que se sienta protegido y seguro, y llevado en una sola dirección, lo que hará de él un ser humano completo y realizado personal y socialmente. Y J. A. Marina, entre los recursos educativos que ayuden a desarrollar un modelo común para padres y educadores, y para la sociedad en general, señala la necesidad de dotar de seguridad y afecto a los hijos, enseñarles a resolver conflictos de convivencia y no solo ecuaciones, infundirles fortaleza, diligencia, coraje y autonomía personal, fomentar la creatividad y la solidaridad, así como el respeto y el sentido de la justicia.
Es preciso hacer alguna referencia también a la particular importancia que los abuelos pueden desempeñar, y de hecho desempeñan en muchas familias, en relación con la educación de sus nietos. Es frecuente que los niños acudan a sus abuelos en busca de comprensión y de amor cuando sus padres no han sabido desempeñar su papel en este sentido. ¿Y qué pueden aportar, en este caso, los abuelos? Depende evidentemente de la formación que ellos mismos hayan recibido; por tanto, no deberían ser excluidos de esta formación de los padres, siempre que ellos mismos accedan a recibir algún tipo de formación respecto a la educación de sus nietos, dependiendo de la edad, del estado general de salud y demás circunstancias y condicionamientos internos y externos. En suma, como recuerda el filósofo J. A. Marina, “para educar al niño se necesita a toda la tribu”.
El sociólogo Javier Elzo es un gran conocedor del mundo de los jóvenes y de sus padres, como podemos comprobar por sus libros, artículos, entrevistas, informes, etc., y en especial por su libro “El silencio de los adolescentes”, muy útil para conocer realmente el mundo de los jóvenes, donde habla de las relaciones y los problemas más relevantes entre padres e hijos, y de los problemas de la educación. A la pregunta ¿cómo ve a los adolescentes de hoy?, responde: “En este momento está apareciendo con fuerza algo que llevamos detectando hace mucho tiempo, y es que hay porcentajes, estadísticamente elevados, de adolescentes que han crecido sin unos referentes relativamente claros y centrados”.
Esto obedece a lo que dice el propio Elzo (en una de sus muchas entrevistas) que, en España, no llega a un 35% el número de familias que tienen una cierta capacidad para socializar a sus hijos, construyendo sistemas de valores, y añade: “La familia no tiene una gran capacidad de educar”. ¿Y qué ven y qué leen nuestros adolescentes? La gran mayoría solo lee y ve lo más banal, como recuerda Elzo, porque “no tienen ningún modelo, ningún ejemplo, tienen que crear ellos sus propios referentes, y esto ¡es durísimo!, muy complicado”. Dice también Elzo que los padres no tienen tiempo para sus hijos y que la sociedad vive en un agobio constante.
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